2. Vi algo casi tan sorprendente como el quetzal: un guey que su única palabra hacia mi, delante o a lado de mí, fue un maravilloso "provecho" y en el cual no he podido dejar de pensar. Sí, tienes razón. ¡Que alguien me baje del columpio, me saque de entre el humo del hielo seco y me grite que no soy una quinceañera!
¡Come on! Nada más eso me faltaba: a estas alturas del partido pasar horas idealizando a un brother que probablemente no vuelva a ver y que quizá sea un perfecto imbécil.
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